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lunes, 2 de enero de 2012

INFORMATE SOBRE LA REPOBLACION


Aunque el problema actual de despoblación rural que sufre España se haya generado en los últimos cincuenta años, no debemos pensar que se trata de un fenómeno nuevo. A lo largo de la historia los movimientos migratorios y altibajos demográficos han sido una constante desde que el Hombre comenzó a vivir de forma sedentaria.

La despoblación de un territorio se produce cuando sus habitantes emigran o mueren y no son reemplazados por otros. Conflictos humanos o catástrofes naturales suelen estar en el origen de la emigración o la muerte repentina de grandes masas de población. De este modo, las guerras, los cambios políticos o administrativos, la intolerancia religiosa, los problemas ambientales o la llegada de nuevas enfermedades han forjado el mapa demográfico de todos los países a lo largo de su historia y España no es una excepción.

La romanización, por ejemplo, llevó a la desaparición de muchas antiguas aldeas celtíberas que no se adaptaban a los usos y costumbres impuestos por el invasor. Gracias a estudios y excavaciones arqueológicas cada día son más los despoblados de este período catalogados y muchos de ellos aún conservan algunos elementos en pie.

Durante la Reconquista se fundaron innumerables aldeas en Castilla y Aragón con colonos traídos del norte, única forma de garantizar una ocupación permanente del territorio. De ahí que la mayor parte de los pueblos y ciudades en estas regiones hayan sido fundados entre los siglos XI y XV coincidiendo con el avance cristiano hacia el sur.

La colonización de estas tierras propició un rápido crecimiento de la población hasta que en el siglo XIV una crisis agraria desató la hambruna generalizada. Con las técnicas agrícolas de la época no se podía alimentar a una población creciente, lo que desembocó en un fuerte movimiento migratorio de los campesinos más pobres hacia otras regiones y ciudades en busca de sustento.

Para empeorar el panorama, durante esa época de desencadenaron en toda Europa una serie de epidemias llamadas genéricamente Peste Negra (peste pulmonar o bubónica) que se repitieron en ciclos de diez años durante los siglos XIV y XV. La Peste fue más virulenta en zonas urbanas y en la costa mediterránea que en el interior. Se calcula que Cataluña perdió un 40% de su población y Castilla un 25%.

La hambruna y la peste combinadas acabaron con los habitantes de muchísimos pueblos en todo el país. Existen multitud de referencias de aldeas abandonadas en esa época, ya sea porque todos sus pobladores fueron víctimas de la enfermedad o porque los que sobrevivieron emigraron rápidamente para no contagiarse. En la provincia de Palencia hay contabilizados 82 despoblados a causa de La Peste, aunque el paso del tiempo ha hecho que muchos de ellos sean ilocalizables.

Otra causa importante de despoblación fue la expulsión de los moriscos. La población morisca era bastante numerosa en Valencia, Aragón y Andalucía. En Valencia suponía nada menos que el 33% de sus habitantes y su expulsión derivó en el abandono de muchas comarcas y pueblos, algunos de ellos con ruinas aún en pie, como Alhabia y Benimina, en la Sierra de los Filabres.

Los cambios políticos constantes que se sucedieron durante el siglo XIX también dejaron un reguero de aldeas abandonadas. La desamortización de las propiedades comunales y eclesiásticas llevadas a cabo durante los gobiernos liberales, principalmente por Mendizábal y Madoz, hicieron que muchas aldeas se quedaran sin poder administrar las tierras comunales que proporcionaban el sustento a sus vecinos. De modo que tuvieron que emigrar o pasar a trabajar para el noble o acaudalado señor que hubiese comprado esas propiedades en pública subasta. Este parece haber sido el caso de Mazariegos, en Burgos.

Ya en el siglo XX, tenemos algunos pueblos abandonados durante la Guerra Civil, como es el caso de Belchite, que antes de la batalla que se libró en sus calles tenía 5000 habitantes, de los cuales sobrevivieron sólo 2000, aunque también existen algunos menos conocidos como Sacedoncillo, en Guadalajara.

En los años de 1950 da comienzo el gran éxodo rural hacia las urbes del país, motivado esta vez por un boom económico que cobró impulso gracias al turismo y la industria. Este movimiento de población, que aún hoy sigue vivo en algunas provincias españolas, fue motivado no sólo por la necesidad de mano de obra en los nuevos centros de desarrollo, sino por un aumento considerable de la obra pública, fundamentalmente la construcción de nuevos embalses y la ejecución de ambiciosos planes de reforestación. Estos dos asuntos contribuyeron al abandono definitivo de muchas aldeas, unas por quedar sumergidas y otras por perder sus mejores tierras de cultivo ante el avance del Estado expropiador. La guinda del pastel la puso, años después, la mecanización del campo, eliminando la necesidad de contratar una ingente mano de obra en las tareas agrícolas.

Si comparamos las cifras de población rural entre los censos de 1950 y 2007 vemos el resultado de estas políticas centradas exclusivamente en el desarrollo urbano, que han dejado completamente marginadas muchas zonas rurales. Se deduce claramente de ellas que el principal papel del medio rural durante las últimas décadas ha sido el de proveedor de mano de obra barata para unas industrias y servicios en creciente desarrollo. Una vez agotados esos recursos humanos, el proceso urbanizador continuó, pero esta vez alimentado por mano de obra extranjera.

Hoy vemos tambalearse este modelo de desarrollo debido a la crisis y es el momento en que muchos nos preguntamos porqué, teniendo un territorio tan vasto y rico, vivimos o malvivimos hacinados en las ciudades, cuando a pocos kilómetros hay tanto por hacer.

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