Llegados a este punto, inevitablemente tendremos que hacer una visita al pueblo, mirar detenidamente todas las edificaciones, hacer fotos, tomar notas y preguntar por la zona. Nuestras observaciones deberán permitirnos relacionar la información que recabemos con las propiedades en el mapa de catastro. Para esto es muy útil un GPS de mano.
En un pueblo abandonado, lo habitual es encontrarnos con edificaciones en diferente estado de conservación y que estuvieron dedicadas a usos muy variados: pajares, almacenes, molinos, viviendas, etc. La normativa urbanística de cada ayuntamiento regula el uso que se puede hacer de un determinado suelo. Es muy probable que la normativa vigente no nos permita hacer ninguna reforma o, si lo hace, los trámites para conseguir lo permisos se alarguen meses. En algunos casos, al tratarse de edificios singulares, tendremos que rehabilitarlos respetando el estilo original y usando materiales propios de la zona. El coste de restauración de un edificio variará en función de su estado, superficie y del nivel de comodidades que queramos tener, por lo tanto lo habitual es dar con varias fincas en una misma población que podrían cumplir los requisitos.
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